
«A todo hombre le es concedido conocerse a sí mismo
y meditar sabiamente»
¬Heráclito
Meditar es la condición natural de la conciencia.
Meditar es estar en conexión con el Verdadero Ser, que Yo Soy.
Meditar es un acto vital para progresar en el camino espiritual.
Meditar es un paso esencial para lograr paz, estabilidad, ecuanimidad, serenidad, plenitud.
Es común y cotidiano que la mente y, consecuentemente, mis emociones, estén sube y baja según lo que me ocurre durante el día. Me siento en extremo feliz por algo que sucede que me parece agradable; y luego puedo irme al sótano emocional o a la explosión intempestiva, si algo que pasó me es desagradable.
Este ir y venir de mi mente genera un ciclo de sufrimiento y confusión, ya que consciente e inconscientemente, doy paso a que los pensamientos y emociones destructivas me dominen y se reflejen en mis palabras y mis acciones; que a su vez disparan emociones y pensamientos cargados de confusión, dispersión, agitación, incomodidad…, que absorben mi atención y, por consiguiente, me impiden la conexión y el enfoque con mi Verdadera Naturaleza, con mi Ser Esencial; y así se inicia una nueva vuelta de este ciclo nocivo, perpetuándose hasta que decido detenerlo.
Al meditar, gradualmente invierto este ciclo, porque, entonces, me hago cargo de no reaccionar las influencias externas que no son favorables a mi desarrollo, y me responsabilizo de generar conscientemente únicamente pensamientos enfocados a ser y sentirme mejor; lo que a su vez me permite expresar en palabras y acciones solo aquello que me lleve de nuevo al estado primordial puro de mi conciencia.
Lograr el autodominio de pensamientos y emociones a partir de la meditación me ha resultado maravilloso.
Meditar me ayuda a ordenar mis pensamientos y sosegar mis emociones.
Meditar me permite lograr un estado de felicidad.
Meditar me permite volcar hacia el exterior palabras, actitudes y acciones colmadas de armonía, de paz.
Meditar me permite lograr relajación física y psíquica.
Meditar me ayuda a tener salud física al incrementar mi sistema inmunológico y favorecer el óptimo funcionamiento de mi metabolismo.
Meditar me permite tener el silencio mental necesario para reducir el estrés y tener un mejor y mayor rendimiento en las actividades del día a día.
Meditar me permite lograr la estabilidad mental necesaria para hacer frente, sin afectación, a las influencias negativas que provienen del exterior.
Meditar me ayuda a comprender de mis motivaciones inconscientes.
Para meditar no es preciso dejar todas mis actividades de lado e irme de retiro a un lugar lejano y silencioso, en contacto total con la Naturaleza. Si eventualmente esto es factible para mí ¡claro que ayuda! y mucho, además de ser muy agradable; pero no es esencial.
Al conocer las bases de una buena práctica de meditación y con tan solo generar algunas condiciones que la favorezcan, puedo meditar en el momento que quiero y en el lugar en el que me encuentro.
En lo personal suelo meditar 10 minutos dos veces por día, pero a veces incremento el periodo a 15 o a 20 minutos. Frecuentemente medito sentada de manera confortable y relajada, aunque a veces también medito estando de pie o caminando lentamente.
Y, aunque puedo meditar en grupos de personas afines a esta práctica, suelo preferir meditar a solas, o con la amorosa compañía de los animalitos con quienes comparto mi vida.
«La meditación implica la capacidad de estar alegremente solo,
la capacidad de estar feliz contigo mismo,
la capacidad de estar en compañía de ti mismo.
Estar contigo mismo es meditación.
No hay necesidad del otro para estar en meditación,
la alegría de la soledad, no la tristeza del aislamiento, es meditación:
…y encuentras alegría en la quietud de la meditación.»
¬Osho
En la historia de la humanidad diversas corrientes filosóficas, místicas, espirituales, religiosas, —tanto orientales milenarias como occidentales contemporáneas—, han utilizado la meditación como eje de sus enseñanzas, y han creado técnicas concretas para llevarla a cabo.
Existen así técnicas de meditación de yoga, vedānta, vipassana, tonglen, zen, metta, del budismo tibetano, del taoísmo, el sufismo, el chamanismo, mindfulness, por mencionar algunas.
En mi opinión, no hay ninguna mejor que otra; simplemente son diferentes.
Es responsabilidad del practicante investigar a fondo y elegir la que vaya más de acuerdo con su forma de ser y su forma de vivir; así como con las metas específicas que busca lograr.
Lo que para mí es común en todas las técnicas de meditación es que requieren voluntad, intención y disposición, por un lado; y, por otro, determinación, constancia y disciplina, con el fin de lograr efectos contundentes; y que en todos los casos, de una u otra forma, se logre como fin último elevar la conciencia a partir de la conexión con el Ser Esencial, con el Todo.
Una de las técnicas más básicas de meditación consiste en practicar un estado de atención enfocada en un objeto único de percepción, por ejemplo: la respiración, un mantra, un sonido…
Primero busco un lugar tranquilo, donde pueda sentarme en el piso, sobre un cojín, en postura de flor de loto; o bien en una silla cómoda, en donde pueda mantener mi espalda recta pero no tensa.
Dejo que mis manos caigan sueltas, relajadas, sobre mis muslos, de manera confortable. Puedo también utilizar el mudra que implica poner las palmas hacia arriba, una sobre la otra, y con los pulgares tocándose ligeramente.
Mantengo mi cabeza en alto, sin tensarla.
Cierro mis ojos, o los dejo entre abiertos, posando mi mirada en algún punto fijo del suelo, o en mis manos.
Ya que tengo identificado el objeto positivo concreto en el que me enfocaré para meditar, me familiarizo con él e inicio la práctica. Poco a poco, logro estabilizar la mente y permanezco enfocada al objeto elegido el tiempo que he decidido meditar.
Es muy común que yo elija la respiración como mi objeto de meditación.
Entonces, ya que adopto la postura de meditación, empiezo a hacer consciente mi respiración y observo con total enfoque todo el proceso que implica respirar; permitiendo que sea natural, pausada, regular, sin controlarla ni en intensidad ni en profundidad.
Siempre consciente, inspiro; siempre consciente, expiro.
Esto es en sí suficiente para logar una buena práctica de meditación.
Cuando hay un estímulo externo o algún pensamiento o sensación interna que me distrae, reconozco la presencia del distractor y la dejo pasar; sin apegarme a ella.
Me ayuda mucho usar la metáfora del paso de las nubes en el cielo, que puedo verlas volar a través del cielo, sin detenerlas, y sin atraparme por ninguna.
Así, simplemente reconozco la presencia del estímulo distractor, lo dejo pasar y vuelvo a enfocar mi atención en mi respiración.
Con constancia, un día con sorpresa me doy cuenta que ya no hay un continuo y abundante tráfico de pensamientos en mi mente; y que los que pasan por ahí, se deslizan, se retiran, ni los percibo; o bien, puedo llegar al punto de decir a mi mente: “basta”, para parar el flujo de pensamientos y emociones y entrar en ese estado de absoluta paz.
Y entonces, empiezo a ver la vida desde una nueva perspectiva, desde mi Esencia, reconociendo un inmenso corazón amoroso en mí, y una conciencia expandida.
«Si dejas que el agua fangosa repose durante un tiempo prolongado,
el lodo se depositará en el fondo y el agua quedará clara.
En la meditación, cuando empiece a asentarse
el fango de tus pensamientos inquietos,
el poder de Dios comenzará
a reflejarse en las aguas claras de tu conciencia.»
¬Paramahansa Yogananda
No obstante, cuando hay demasiados estímulos externos distractores, que no puedo controlar, o cuando mis emociones están exaltadas o mi mente está hiperactiva, dispersa o confusa suelo observar el movimiento de mi cuerpo, y enfáticamente de mi diafragma, cuando el aire entra a mi nariz y cuando sale. Observo también la temperatura y cantidad del aire al momento de inhalar y al momento de exhalar. A veces, incluso, cuento mis exhalaciones del uno al diez, y luego otra vez del uno al diez, y así. Esto me ayuda a centrarme de manera más rápida y eficaz.
También me es útil en estos casos iniciar mi práctica con algunas respiraciones y luego uso la visualización de alguna escena en algún paraje natural que me permita centrar mi atención en objetos concretos; para luego regresar al estado de poner la mente “en blanco” a partir de hacer consciente mi respiración.
Cuando quiero alcanzar una meditación más profunda hago la observación consciente de la respiración con la nariz unos momentos, y luego empiezo a imaginar cómo el aire entra y sale a través del centro energético (chakra) ubicado unos dos centímetros por debajo del ombligo.
Si durante el curso de la mediación surge algún pensamiento o emoción intensa o interesante, la escribo en un cuaderno especial que siempre tengo a mi lado; pero tan pronto terminé la nota regreso a enfocarme en la respiración.
Cuando no puedo dedicar tiempo a mi práctica o cuando inicio la práctica no logro enfocarme aun después de algunos intentos, no me forzó. Suspendo y sigo mis actividades. Si me es posible, me programo para meditar más tarde.
He aprendido que sentirme frustrada, o con una actitud competitiva, lejos de ayudarme, obstaculizan mi meditación.
«Al meditar veras tesoros
que estaban escondidos delante de tus ojos.»
Buda
¬Patricia Anaya
Photo by Motoki Tonn /Unsplash