
Uno de los sentimientos más profundos, paralizantes y duraderos durante un duelo es el sentimiento de culpa.
Culpa porque no hice algo más por ella o por él.
Culpa porque no dije más veces «te quiero» en cualquier forma.
Culpa porque no dediqué más tiempo a compartir y disfrutar la vida.
Culpa porque no reconocí sus fortalezas o acepté sus limitaciones.
Culpa porque no perdoné o no pedí perdón.
Culpa porque…
Culpa porque no…
Y ¿Por qué hay Culpa?
Porque en el diario vivir, en general, difícilmente se recuerdan dos hechos relevantes de la vida que de ninguna manera se pueden negar:
1. Todo lo que tiene vida, tiene muerte.
2. El tiempo de vida en el Planeta tiene un límite y, suele no ser conocido, a veces, hasta cuando está muy cerca.
Esta negación de la mortalidad conlleva mi ilusión de que siempre hay un mañana, un día más, o muchos, para decir o hacer algo por alguien más.
Mi ilusión de la inmortalidad conlleva pagar el precio de la culpa cuando no manifiesto a alguien amado lo deseado o lo necesario en tiempo, forma e intención; porque ocupo el presente en cosas que en ese momento consideré «inaplazables» mismas que, al final, suelo reconocer que no debían estar en el apartado de la agenda dedicado a «lo importante».
Esencial es aprender a reconocer que solo existe el aquí y el ahora, y que en ese lapso de milisegundos que…
…y este aquí y ahora es la mejor oportunidad de expresar el afecto e incluso, el desacuerdo.
…y este aquí y ahora es la mejor oportunidad de mostrar mi amabilidad, generosidad, gratitud, solidaridad por alguien.
…y este aquí y ahora es la mejor oportunidad y, tal vez, la única… y, quizá, la última, de expresar mi amor por alguien que aún vive.
…y este aquí y ahora es la mejor oportunidad para no sentir ningún vestigio de culpa, cuando alguien, incluso tú, o yo, parta de este plano terrenal.
¬Patricia Anaya
Photo by Pham Khoai /Pexels
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Real y acertado. Tremenda reflexión 👏👏👏
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Gracias por tus comentarios! Abrazo cordial! Patricia Anaya
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