
«El Cuerpo Mental» forma parte de una serie de publicaciones sobre «El Hombre y Sus Cuerpos» (*)
En las publicaciones previas sobre el Cuerpo Físico (Lee aquí) y del Cuerpo Astral (Lee aquí) describí su naturaleza, su desarrollo y sus funciones, así como los fenómenos relacionados con su manifestación. Con esto, ya plasme una idea suficiente de la actividad humana en estos dos planos, de los siete básicos que conforman el Universo.
Con la descripción del plano mental, complemento el estudio de lo que ocurre en los planos físico, astral y mental, y las dos esferas que le rodean como una triple región en donde actúa el humano durante sus encarnaciones terrestres, y en donde también mora durante los períodos intermedios entre la muerte que pone fin a una vida terrestre y el nacimiento que principia otra.
Estas tres esferas concéntricas son la escuela del humano y su reino; en ellas verifica su desarrollo, su avance evolutivo. Más allá de ellas no puede pasar conscientemente antes que se abran para él las puertas de la iniciación, pues fuera de estos tres planos no existe camino alguno.
Esta tercera región, llamada plano mental, comprende lo que los teósofos conocen con el nombre de Devachán o Devaloka, la tierra de los dioses, la tierra de la dicha o tierra bendita, como algunos lo traducen. Lleva este nombre a causa de su naturaleza o condición, pues nada de lo que cause dolor o pesar tiene relación con este plano. El Devachán es esencialmente el plano de la mente, de la mente libertada de las limitaciones físicas y astrales y, por tanto, es un plano en el cual, aunque imperfecto, logra que en sus aspectos positivos ya no penetre el mal.
Dentro del plano mental hay siete subplanos, que se pueden agrupar en dos grandes zonas:
En una zona funciona el cuerpo causal, que funciona en los tres subplanos superiores, a los que se les llama ayuda o sin cuerpo. Este cuerpo es el Manas Superior y es permanente; es decir, pasa de una encarnación a la siguiente. Del Cuerpo Causal me ocuparé de describir en una publicación posterior.
En la otra zona, se desenvuelve el cuerpo mental, que es el vehículo de conciencia que se manifiesta en los cuatro subplanos inferiores, a los que se les llama rupa o con cuerpo. El cuerpo mental es el Manas Inferior, que no es permanente; es decir, no se desintegra de manera próxima a la muerte física, sino que pasa al Devachán, pero pasado un tiempo termina su función en este plano y se desarticula.
Durante la vida en el Planeta Tierra, cuando el humano no ha tenido un verdadero desarrollo, su cuerpo mental no puede funcionar en su propio plano como un vehículo independiente de conciencia, sino que tiene que revestirse de materia astral y física para poder darse cuenta de su actividad, es decir, de sus funciones y manifestaciones mentales en la conciencia ordinaria del estado de vigilia.
El cuerpo mental en el «yo» se manifiesta como inteligencia: es el vehículo del Yo, del Pensador, para todo lo que razona, pero durante la primera parte de su vida se halla débilmente organizado y algún tanto incipiente, lo mismo que el cuerpo astral del humano sin desarrollar.
La materia astral del cuerpo astral es mucho menos densa que el mismo éter del plano físico, y solo es visible para algunas personas que han desarrollado la visión de otras dimensiones.
Por su parte, la materia mental del cuerpo mental es excesivamente rarificada, y aún más sutil que la material astral, por lo que no suele ser percibida fácilmente ni aún por quienes son clarividentes.
Una particularidad interesante del cuerpo mental es que, al mostrarse en su parte externa del aura, puede observarse un aumento en su tamaño, a saber:
Un cuerpo físico es construido encarnación tras encarnación, variando con arreglo a la nacionalidad y sexo, pero más o menos tiene el mismo tamaño desde los tiempos de la Atlántida.
En el cuerpo astral se va perfeccionando en su organización en la medida en que el humano progresa.
El cuerpo mental, por su parte, aumenta en su tamaño y actividad encarnación tras encarnación, en proporción directa de la evolución de la conciencia humana, de cuyo vehículo es.
Si se mira un humano muy poco desarrollado, es hasta difícil distinguir su cuerpo mental, pues también estará muy poco desarrollado.
En cambio, en un humano más avanzado, no necesariamente en su desarrollo espiritual, pero sí que haya desarrollado sus facultades mentales, es más sencillo reconocer su cuerpo mental al percibirlo, ya que sus contornos de su forma son más claros y definidos; el material que lo conforma es más delicado y presenta hermosos colores; sus atributos y cualidades están mejor organizados; y vibra continuamente lleno de vigor.
La forma del cuerpo mental es oval, similar a un huevo, y compenetra a los cuerpos astral y físico, rodeándolos con una atmósfera radiante; y, como mencioné, no es visible a la vista astral, pero sí es perceptible a la visión superior que pertenece al plano de la mente o devachánico.
Estos «sentidos» más sutiles, los sentidos que pertenecen al plano de la mente, difieren mucho de los sentidos que se conocen en el plano físico. Aquí el término «sentidos» es realmente erróneo, ya que estaría mejor decir «sentido» devachánico.
La mente se pone en contacto con las cosas de su propio plano de manera directa, sobre toda su superficie. Todas las vibraciones que se reciben en el plano mental, por medio de órganos de sensación separados (vista, oído, tacto, gusto y olfato), dan lugar a impresiones mentales que se dan de manera conjunta y en un solo tiempo, sin generarse confusión.
Es difícil describir este proceso, pero podría decirse que así como el cuerpo físico requiere palabras para expresarse, el cuerpo mental, al «hablar», lo hace a la vez por el color, el sonido y la forma, de modo que el pensamiento completo se transmite como un cuadro de colores y una combinación musical, en lugar de mostrarse, como en el plano físico, solo un fragmento por medio de los símbolos llamados palabras.
La materia sutil del plano mental siempre está en vibración, entonces, el «habla» devachánica, por llamarle así, se lleva a cabo a partir de las vibraciones de los pensamientos, dando lugar a la forma, al color y al sonido.
No es que la mente piense un color, ni un sonido, ni una forma; piensa una idea, una vibración compleja en el plano mental, y el pensamiento se expresa de todas estas maneras con las vibraciones que despierta, pasando primeramente al cuerpo astral y luego al físico.
Cuando un humano en su estado de vigilia se encuentra actuando a través de su cuerpo mental, se encuentra absolutamente libre de las limitaciones de los respectivos órganos de los sentidos, percibiendo a la vez todas las vibraciones que en el plano físico se presentarían separadas y distintas unas de otras.
El humano no suele estar consciente de todo lo que pasa en su cuerpo físico; ya que algunas de las funciones son independientes de su voluntad, es decir, son autónomas; por lo tanto, no le es sencillo concebir cómo piensan las minúsculas células que están separadas, porque en realidad no participa de la conciencia del cuerpo como un todo.
A diferencia de ello, el humano si tiene identificado su cuerpo mental, y a veces pareciera que es él mismo: «Yo pienso» o «Yo sé». La mente es el «Yo» del cuerpo mental; y es lo que para la mayoría, parece ser su vehículo superior, su expresión más elevada que, de algún modo, se puede tocar o comprender; aunque esto solo es verdad en la conciencia del estado de vigilia.
Desarrollo del cuerpo mental
Con los pensamientos, con el ejercicio de las facultades mentales, el desarrollo de los poderes artísticos y con las emociones elevadas, se construye el cuerpo mental, día con día de cada vida, prosiguiendo su curso la verdadera evolución humana.
Cuando el humano no ejercita sus aptitudes mentales, sino solamente es receptor, y acepta y amontona en su mente los pensamientos de otros, en vez de crear los suyos; su cuerpo mental no puede desarrollarse, y se marcha de su vida casi con el mismo cuerpo mental con el que llegó.
Cuando el humano comprende a fondo esto, es probable que cambie la actitud general de su conciencia en la vida cotidiana, vigilando más su modo de obrar. Entonces, se percata de que su mente es solamente un sitio por donde los pensamientos pasan, y nota que sus pensamientos no son en modo alguno suyos, sino que los ha recibido de otros. No sabe cómo llegan a él sus pensamientos ni de dónde vienen ni cómo se marchan.
Para saber qué parte del contenido de tu conciencia es propiamente tuyo y qué parte es solamente una contribución externa, algunas veces durante el día para repentinamente tu pensamiento y examina lo que estás pensando. Puede ser que te des cuenta en esa parada, que no estás pensando nada, lo cual es común, o bien, puede ser que notes que tu pensamiento es vago, y que solo tienes una ligera impresión en lo que sueles llamar tu «mente».
Cuando hayas realizado este ejercicio varias veces y estés más consciente que antes, entonces, empieza a observar en qué estado llegaron los pensamientos que se encuentran en tu mente y en qué estado se han marchado. Trata de darte cuenta de lo que has añadido a los pensamientos mientras han estado contigo.
De este modo, tu mente se hará verdaderamente activa y ejercitará con ellos sus poderes creadores.
Te sugiero también realizar lo siguiente:
Primeramente escoge los pensamientos a que debes permitir que permanezcan en tú mente; cuando reconozcas en la mente un pensamiento bueno, persiste en él, aliméntalo, fortalécelo, trata de añadirle algo más de lo que tenía, y lánzalo luego al plano astral como un agente benéfico. Por el contrario, cuando se encuentre un pensamiento negativo, recházalo con la mayor prontitud posible.
Muy pronto notarás que en la medida en que acoges pensamientos buenos, positivos y útiles, y rechazas los malos, negativos o inútiles, los pensamientos acudirán con mayor frecuencia cada vez.
El hecho de sostener cada vez más en tu cuerpo mental toda clase de pensamientos buenos, positivos y útiles tendrá como consecuencia convertirte en un imán para todos los pensamientos semejantes que estén en la atmósfera circundante. Al reunir constantemente estos pensamientos, y haciéndolos más activos, tendrás cada vez más material para la mente, enriqueciéndola más cada día.
Cuando llega el tiempo en que el humano abandona los cuerpos físico y astral, y pasa al plano mental, llevará consigo todo este material mental reunido en su conciencia a la región devachánica, a la que propiamente pertenece, y empleará su estancia ahí para transformar este material mental en facultades y poderes.
Una vez que concluye su periodo devachánico, el cuerpo mental traspasará al cuerpo causal permanente estas facultades y poderes, para que puedan ser transmitidas a la encarnación próxima.
En la nueva encarnación, estas facultades y poderes se revestirán de la materia de los planos rupa del plano mental formando un cuerpo mental más altamente organizado y desarrollado, y se mostrarán por medio del cuerpo astral y del físico como las «facultades y poderes innatos» con que el niño viene al plano.
Es muy importante para la evolución del humano el uso que dé a su cuerpo mental durante la vida física, ya que el material reunido durante ésta es transformando en el devachán, y si está limitada su actividad mental, a su vez se limitarán las cualidades mentales que logre en el devachán, y con las que contará al inicio de la siguiente encarnación.
No podemos aislar una vida de otra, ni crear milagrosamente algo de la nada.
El karma aporta la cosecha con arreglo a lo que el humano siembra; el grano será escaso o abundante con arreglo a la semilla y al trabajo del labrador.
Para comprender mejor este proceso es menester tomar en cuenta los materiales que el cuerpo mental emplea en su construcción.
El cuerpo mental en su naturaleza más íntima se encuentra asociado a la Mente Universal, en la que se encuentran depositados los materiales con los que se construye. La cantidad de partículas y poder de las vibraciones es muy variable, ya que depende de las combinaciones de vibraciones que ya existan en el cuerpo mental y que, por su semejanza, sea capaz de atraer de la Mente Universal, y de sostener.
Si el humano ve que tiene tendencias negativas y se propone cambiarlas, establece una nueva serie de vibraciones, y el cuerpo mental, que está formado para responder a las antiguas, se resiste a las nuevas, originándose con ello conflictos y sufrimiento. Pero gradualmente, en la medida en la que se van rechazando las partículas antiguas y reemplazándolas por otras que respondan a las nuevas vibraciones atraídas desde afuera por su poder mismo de responder a ellas, el cuerpo mental va cambiando su carácter y cambia efectivamente sus materiales, y sus vibraciones se transforman en antagonistas del mal y atractivas del bien.
De aquí la extremada dificultad de los primeros esfuerzos a los cuales hace frente y combate el aspecto primitivo de la mente, de aquí la mayor facilidad de pensar bien en la medida en que cambia el aspecto antiguo y, finalmente, la espontaneidad y el placer que acompañan al nuevo ejercicio.
Otra manera de ayudar al desarrollo del cuerpo mental es la práctica de la concentración; esto es, fijar la mente en un punto y mantenerla en él con firmeza sin permitirla salirse de él ni divagar.
Es preciso realizar el ejercicio constante de pensar firme y consecutivamente, sin permitir que la mente divague o pase de un tema a otro o gaste sus energías en pensamientos insignificantes.
Es un ejercicio muy bueno de seguir una línea consecutiva de ideas, en la cual un pensamiento se deduce naturalmente de su antecesor; así, se desarrollan las cualidades intelectuales que ordenan los pensamientos y los hacen, por tanto, esencialmente racionales. Cuando la mente trabaja así, sucediéndose las ideas de un modo definido y ordenado, se fortalece y se convierte en un buen instrumento del Yo para la actividad en el plano mental.
Este desarrollo del poder de pensar con concentración y consecutivamente se traducirá en un cuerpo mental más claramente bosquejado y definido, en un crecimiento rápido, en firmeza y equilibrio, siendo los esfuerzos que se han bien compensados por el progreso que de ellos resulta.
Síntesis realizada a partir de las enseñanzas de
¬Annie Besant
Libro: El Hombre y sus Cuerpos
Imagen tomada de la Red en el buscador de Google
(*) Esta entrada forma parte de una serie que he preparado sobre los Cuerpos del Humano, describiendo en cada una de manera sintética lo que considero más relevante en relación a cada uno de los vehículos de su conciencia durante la vida en el Planeta Tierra y lo que le ocurre cuando la muerte física tiene lugar.
Para leer las otras publicaciones de esta serie:
(1) Cuerpo Físico AQUÍ
(2) Cuerpo Astral AQUÍ
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