
Mientras contemplaba yo aquel esplendor, levantose el joven y hermoso sacerdote acercándose de pie junto a mí, y me dijo:
Escúchame, hermano, hay tres verdades absolutas que no pueden perderse aunque permanezcan calladas por falta de expresión:
«El Alma del hombre es inmortal
y su porvenir no tiene límite en crecimiento y esplendor».
«En nosotros y fuera de nosotros mora el principio donador de vida.
Es imperecedero y eternamente benéfico.
No se le ve ni se le oye ni se le huele;
pero lo percibe el hombre anheloso de percepción».
«Cada ser humano es su propio legislador
y a sí mismo se ilumina o se obscurece.
Es el juez de su vida,
el que decreta su propio galardón o castigo».
Estas verdades, tan grandes como la misma vida, son tan sencillas como la más sencilla mente de hombre. Sacia con ellas tu hambre. Adiós. Anochece. Vendrán por ti. Disponte.
Dicho esto desapareció. Pero el esplendor no se desvanecía de ante mis ojos. Veía la verdad. Veía la luz. Permanecí sosteniendo la visión con mi vehemente mirada.
¬Mabel Collins
Libro: El Idilio del Loto Blanco
Photo by Marcel Kessler /Pixabay
***
.