CANTO A MÍ MISMO | Walt Whitman

Me celebro y me canto.

Me entrego al ocio

y agasajo a mi Alma.

Me tiendo a mis anchas

a observar un tallo de hierba veraniega.

Clara y pura es mi Alma

y claro y puro es todo aquello que no es mi Alma.

Estoy satisfecho,

veo, bailo, me río, canto.

Poseo lo bueno de la tierra y del cielo

el aire que respiro ha sido destinado a mí

desde la eternidad.

mi espiración e inspiración,

El vaho de mi aliento,

los latidos de mi corazón,

el fluir de la sangre y del aire

a través de mis pulmones.

El olor de las hojas verdes y de las hojas secas,

leves abrazos;

de la ribera y de las rocas marinas;

del heno del granero;

el sonido de las palabras,

algunos besos;

leves abrazos.

El juego de la luz y de la sombra entre los árboles

cuando se mueven las ramas dóciles;

el gozo de hallarme solo

o en el tumulto de las calles, o en los campos

y en los ribazos de las colinas.

La sensación de la luz perfecta;

el trinar de la Luna Llena;

mi canto al salir del lecho y saludar al Sol.

Nunca ha habido más energía original que ahora.

Bienvenidos sean mis órganos y todos mis atributos.

Ni una pulgada, ni una partícula de una partícula

de una pulgada, es vil

y ninguna debe ser menos conocida que las otras.

Sé que soy sano y vigoroso

y todos los objetos del Universo convergen

y manan hacia mí perennemente.

Que todos me traen un mensaje que debo descifrar:

sé que soy inmortal.

Me río de lo que llamáis muerte,

existo como soy y eso basta.

Estoy enamorado de mí mismo,

hay tantas cosas en mí, tan deliciosas…

todos los instantes, todos los sucesos…

Creo que una hoja de hierba no es menos que

el trabajo realizado por las estrellas,

que la hormiga es igualmente perfecta

y ninguno es más ni menos que yo.

Y lo bueno y lo malo que de mí digo,

lo digo también de ellos.

Sé que todos los hombres son mis hermanos

y el Amor es el sostén de la Creación.

Quien degrada a otro me degrada a mí

y todo lo que se dice, o al fin se hace

vuelve al fin… a mí.

Encarno a todos los marginados

y a todos los que sufren,

brotan de mí muchas voces, largo tiempo mudas;

voces de interminables generaciones

de prisioneros y esclavos,

voces de los enfermos y los desesperados,

voces de los seres despreciados.

Me veo en la cárcel con las facciones de otro hombre

y experimento su dolor sordo y constante.

No pregunto al enfermo cómo se siente, me convierto en él.

Soy el esclavo perseguido,

el niño silencioso de rostro envejecido, enfermo,

aquél que exhala su último suspiro.

Hombre y mujer quisiera decirte cuánto te amo,

pero no puedo.

Y quisiera decirte

lo que hay en mí y lo que hay en ti,

pero no puedo.

Y quisiera decirte cómo late mi corazón día y noche

y cuanto sufro, pero no puedo.

¬Walt Whitman

Photo by Christian Buehner

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